¿Qué tan capaces somos de
administrar nuestros impulsos y deseos?, generalmente, se no es muy complicado
poder decir no a alguno de nuestros impulsos e instintos, es más, me atrevo a
asegurar que a la mayoría de las personas nos encantaría estar constantemente
satisfaciendo nuestras necesidades instintivas y nuestros deseos más anhelados.
Por supuesto de realizarlo
entraríamos al contexto patológico o inclusive criminal, pero aun así, siempre
buscamos las formas socialmente aceptadas para poder satisfacer a esos
impulsos. Y hasta cierto punto es correcto, es parte de nuestras necesidades y
parte de nuestra naturaleza. Pero, ¿qué pasa cuando en el transcurso de esa
búsqueda de satisfacción, empezamos a modificar o traicionar nuestros
principios más radicales?
Esto nos remite al tema central
de este blog, "la fortaleza de la bondad vs la influencia del poder."
Foucault califica al poder como
un elemento inmaterial que es ejercido para posesionar dominio sobre alguien
más. Inexistente en el sentido que no se tiene sino se ejerce, es decir, está
en todos lados y no está en ninguna parte.
En la psicología del poder,
entendemos que la jerarquización es determinada por entes socioculturales, y
estas esferas sociales dan criterios para poder ejercer el poder. No siempre es
así, pero es el general de la realidad de la humanidad.
Al ejercer el poder, desde
cualquier ámbito en que nos encontremos, generamos niveles de ventaja con
nuestros semejantes y niveles de dependencia. Ahora, creo profundamente que el
poder debe de ser ejercido por alguien, no es posible allanar todo el aparataje
socio-político del planeta, definitivamente debemos mejorar nuestros conceptos
al respecto para poder generar mayores espacios de equidad y justicia, pero el ejercicio
del poder sigue siendo una realidad.
El problema fundamental, es
cuanta capacidad de influencia tiene el ejercicio del poder sobre nuestras
convicciones básicas y principios fundamentales.
Realicé un pequeño experimento
con unos sobrinos que quiero compartir con ustedes.
Dos sobrinos de 12 y 11 años me
solicitaron aprobación para poder jugar en la play. Ambos y de forma separada,
llegaron con un discurso sensible, mencionando que deseaban jugar junto a su
hermano para ambos disfrutar del juego, (esto porque en otras ocasiones ya les
había facilitado, pero con la condición de que jugaran los dos). Percibí un
real interés por poder compartir vivencias entre hermanos y accedí ante uno de
ellos, pero lo quise hacer un tanto interesante, al de 11 años le di la
potestad de poder decidir qué jugar, cuanto jugar y si jugar con su hermano o
no.
La gran y disgusta sorpresa que
me llevé fue que el menor empezó a manipular las condiciones en su beneficio,
porque veía que él estaba ejerciendo el poder y su hermano estaba a su
disposición de jugar o no. Al primer muestra de jerarquización de su hermano
mayor, el menor le quitó la palanca y le dejó sin jugar.
Si este tipo de actos, suceden
con niños de 11 y 12 años y con elementos tan simples y superficiales como
jugar play station, es doloroso imaginarse cómo puede llegar a funcionar el ejercicio
del poder a nivel macro.
Muchos dicen que el poder no
cambia a las personas, que demuestran quien realmente son, esto llevaría a la
tesis de que es parte de la naturaleza del ser humano dominar mediante
relaciones de poder. Al mismo tiempo convierte en un absurdo a utopías como el
comunismo y el capitalismo solidario. No podemos dar juicios de valor con un
experimento tan básico y sin concepciones teóricas argumentativas y avales
instrumentales, esto es lo que hace ciencia a la psicología, pero sin duda esto
significa al menos un punto de referencia, para de una u otra forma empezar a
sensibilizar desde cualquier esfera social sobre los elementos del ejercicio
del poder.
Yo al ser parte de
organizaciones políticas, debo de tener plena confianza y esperanza de que son
situaciones aisladas de la realidad objetiva del ser humano, y confiar
plenamente en aquellos compañeros y compañeras que están uniendo fuerzas para
poder transformar la realidad para mejorar las condiciones de la misma, pero
sin duda, no dejo de dudar, y ponerme a pensar, sobre qué pasará, cuando nosotros,
quienes ahora criticamos tanto a quienes ejercen el poder, empecemos a
ejercerlo.
Constituir un mundo con
políticos coherentes con sus principios y las necesidades de la gente, sin duda
alguna debe ser nuestra bandera principal. Y espero que continúe de esa forma.
De forma personal, no descansare
hasta constituir lo políticamente correcto, en lo éticamente necesario.
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